Placer mensual / setiembre

 
 
“Éste es el último año de Zona Urbana”

Por Gustavo Laborde

Desde que irrumpió con Zona Urbana, hace ya cuatro años, su estilo no ha dejado de generar polémica ni índices de audiencia jamás registrados en la televisión uruguaya. Ignacio Álvarez tiene 35 años, está casado y tiene dos hijos
–Tomás de 3 y Lucas de 1–, es amante del deporte, se revuelve tocando la guitarra y le gusta la buena mesa aunque se confiesa incapacitado total para cocinar. Franco y fácil para la risa, habló con Placer Mensual sobre periodismo, gastronomía, recuerdos infantiles, su primer “falopeada” y la aversión que siente hacia la lechuga y otras verduras. También adelantó que éste es el último año del programa con más rating de la televisión uruguaya.

–Para muchos el tipo de periodismo que usted hace está asociado con destapar ollas. ¿Cuál es, en el sentido literal, su relación con las ollas?
–No tengo una relación muy fluida con la cocina, y menos con las ollas. Me gusta alguna comida de olla pero no me gusta ni taparlas, ni destaparlas, ni revolverlas, si hablamos de temas culinarios. En cuanto a lo periodístico, el trabajo que hacemos queda asociado con el de destapar ollas, al menos es lo que más queda en la retina de la gente. En realidad, si se analiza la lista de informes de Zona Urbana, me animaría a decir que en la mayoría no destapamos ollas, hay historias de vida, cosas divertidas y otras dramáticas. Pero claro, el impacto que tuvieron los ñoquis de la Intendencia de Canelones o las irregularidades de OSE dejó una onda expansiva que se hace sentir por mucho tiempo.
–¿El informe de Melo fue destapar una olla?
–No sé, ahí tendríamos que hablar de la brochette. Pero más allá de los chistes, lo de Cerro Largo tiene mucho en común con lo de la Intendencia de Canelones o lo de OSE, que en rigor no fueron ollas destapadas por primera vez en Zona Urbana. Mucha información de Canelones ya había sido publicada en Brecha y lo de Melo es vox pópuli. Lo que pasa es que al emitirse en Zona Urbana, en una pantalla caliente que pueden estar viendo 200 mil personas, más todo lo que va asociado con el programa, genera una enorme repercusión. Y después está lo otro: para mucha gente, que está en sus problemas, hacemos un descubrimiento total. Pero en rigor no es una novedad.
–Ahí aparece la mano del cocinero agregándole pimienta a la noticia.
–Bueno, sí, está bien, le pusimos pimienta, pero también tiene que ver el restaurante donde se sirve el plato, donde se come el plato. Yo creo que una de las virtudes que tiene Zona Urbana, y que es muy difícil de encontrar a nivel de restaurantes, es que es para todos los públicos y tiene buen nivel. En gastronomía eso no se podría dar, porque si tenés buen nivel no sos para todo público. Hay estudios hechos sobre la composición del público del programa y está muy distribuido, nos ve el ABC1 y el más bajo también. La mano del chef en Zona Urbana pasa por un estilo de comunicación que es más jugado o atrevido que la media uruguaya hasta el momento. Si nos comparamos nomás con Argentina somos bastante pacatos, pero comparada con otros formatos televisivos, no sólo periodísticos, Zona Urbana marcó un cambio.
–Bueno, Zona Urbana tiene un sentido del espectáculo que acá siempre estuvo muy disociado de los periodísticos.
–Exacto, el cartel de la productora de Zona Urbana dice “infotainment” y resume eso, es información y entretenimiento. El caso de Cerro Largo es clarísimo: es información y es entretenimiento. Hace poco vinieron de la televisión francesa para hacer un documental sobre la televisión en América Latina y no daban crédito que un programa periodístico fuera el más visto en un país. Eso no pasa en ningún lado. Cuando me llamaron por primera vez de Canal 10 me dijeron que les gustaba mi estilo y que querían que hiciera un programa de variedades. Y a mí eso me sonó a Utilísima. ¿Variedades?, ¿qué es eso? Yo les dije que quería hacer un periodístico y ellos me decían que eso era muy aburrido. Realmente yo creía que se podía hacer de una manera muy entretenida. Y acá estamos.
–¿Siente que hubo un cambio luego de Zona Urbana?
–No soy yo el que lo tiene que decir. En una entrevista Aldo Silva dijo que hubo un antes y un después de Zona Urbana. Y yo estoy de acuerdo con Aldo, mejor dicho con mi amigo Aldo. No, en serio, creo que algo hubo. No creo que seamos los inventores de la pólvora. Yo como público consumía ese tipo de formatos, había bastantes en el cable, y como público también me asombraba que no hubiera en Uruguay programas así. Claro que nosotros tuvimos un montón de factores que se dieron a la vez, y a eso le sumamos talento, mucho trabajo y carisma, que es una cosa fundamental en televisión. En televisión no basta con el talento y la inteligencia, trasmitís con los gestos, con la mirada, con las manos, con todo. La exposición al mismo tiempo es total porque se ve todo. Es un lugar común, pero es verdad eso de que una imagen vale más que mil palabras. Hay varios ingredientes, hay rigor periodístico, talento, una forma de comunicar y técnicas de comunicación. Esto es algo muy común en el mundo pero no en Uruguay, para elaborar un guión de televisión hay técnicas muy precisas y desarrolladas y nosotros hemos tomado cursos con expertos en guión de televisión. Hay mucho trabajo y mucho de método, de recetas que tiene gente que hace mucho que está experimentando y que hay que saber aprender. La idea es siempre contar una historia. Eso es televisión.
–De las críticas que le hacen a Zona Urbana, ¿cuál es la que más le duele?
–Es que hay críticas y hay insultos. Hay que discriminar. Las críticas, bueno, hay de todo. Nos dicen que somos amarillistas y es un error conceptual. Una cosa es el sensacionalismo y otra cosa es saber vender lo que tenés o saber entretener. Cuando uno cree tener la capacidad de sorpresa colmada siempre hay un poco más. Hay medios de prensa que enarbolan la bandera de la ética y todos sabemos que son corruptos con todas las letras, que cobran por publicar o no publicar noticias. Y que muchos, como dijo Moria Casán, se cuelgan de mis tetas. Hay gente que no conviene nombrar porque le das vida, pero es gracioso ver a una revista que hace tapas y tapas con el nombre de tu programa y defiende intereses que luego son, casualmente, los mismos de los anunciantes de sus páginas. Pero la gente, por suerte, no es boba.
–Una de las críticas que se hacen a Zona Urbana es el perfil de la agenda periodística –pasta base, homosexualidad, violencia– y que manipulan, en el sentido de que muestran las consecuencias y no las causas.
–Nosotros mostramos realidades. Básicamente lo que hacemos es mostrar, y lo digo deliberadamente: lo que hace Zona Urbana es mostrar, mostrar televisiva­mente. Dejar aquella mesa con cuatro tipos que hacían radio en televisión y salir a mostrar: en el programa viste a la nena de 14 años que desde los 12 se la da con pasta base, a la madre que tiene todo cerrado como si fuera un búnker para que no le venda la casa para comprar la dosis. Todo eso lo viste en Zona Urbana, escuchaste el testimonio, viste el drama de esa gente. ¿Cuál es la crítica?, ¿dónde está la manipulación? Mostrás lo que pasa. Mostramos la realidad, ni más ni menos. Hoy la pasta base es un drama ineludible.
–Pongamos una metáfora bucal: se muestran las caries del niño y no el historial de caramelos que las provocó.
–¿Cómo mostrás cómo educó esa madre a ese hijo? No sé. No he escuchado mucho esa crítica. Será que no tenemos la capacidad o no nos interesa mostrar eso: mostramos lo que pasa y siempre se aportan datos, en algunos casos más y en otros menos. Quizá queremos mostrar una pincelada de la realidad. Pero eso no es manipular. Somos muy rigurosos a la hora de mostrar y cuestionar, hipercríticos. Tenemos la conciencia tranquila. Manipular es tener una intencionalidad, y eso sí es un insulto. Nos han dicho de todo, que somos zurdos, que somos fachos, que somos esto y lo otro. A veces me molestan y otras veces me dan gracia las películas que se hace la gente sobre nosotros. Me gusta ese desconcierto. La gente, como lo hacemos todos, tiende a encasillar. Pero por suerte la realidad es más rica. Frente a eso sólo queda seguir laburando. Y por algo tenemos el público que tenemos, por eso digo que la gente no es tarada.
–El éxito es una medida, ¿de qué? Si no fuera tan exitoso, ¿cambiaría la forma de hacer periodismo?
–Yo entré a la radio 91.1 FM en 2000 y no era nadie. Ahí empecé a hacer un programa periodístico en el que comentaba las noticias y nadie me conocía. En líneas generales, ese Ignacio Álvarez de 2000 es el mismo que el de 2006 en cuanto al trabajo periodístico, en cuanto a lo profesional y a lo obsesivo que soy para entender la complejidad de la realidad y luego traducir eso para la gente, que es la tarea del periodista. Creo que el éxito se fue dando como consecuencia de eso. La gente me pregunta si me interesa el rating. ¿Cómo no me va a importar? Es el termómetro, es como si a un comerciante no le interesara saber cuánto vende de su producto. Claro que hay mucha gen­te que destapa cosas y éstas pasan de­sa­­percibidas porque no tienen el cañón que tiene Zona Urbana. Y yo agradezco que sea así. Pero la fama tiene sus pros y sus contras.


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