Placer mensual / mayo

 
 
El tesoro de las sierras


por Gustavo Laborde
fotos Armando Sartorotti

La centenaria ciudad de Aiguá tiene un entorno encantador con el cerro Catedral, las grutas de Salamanca y una enorme reserva de fauna y flora. En alguno de estos lugares, además, está escondido el tesoro del matrero Lemos.

El último fin de semana de abril Aiguá celebró el primer centenario de su fundación. Al rededor de esta ciudad a 170 kilómetros de Montevideo y a 90 de Punta del Este, existen diversos atractivos para el viajero curioso y en especial para el intrépido. Enclavada en el valle de Carapé, la ciudad goza de un entorno serrano y una marcada diversidad de ambientes. La tupida vegetación de la sierra, los cerros aplanados de roca desnuda y los abundantes sistemas fluviales que corren hacia los valles forman un verdadero archipiélago de nichos ecoló­gicos ricos en especies de fauna y de flora.
Aiguá se caracteriza por la paz que reina en sus calles, las singulares fachadas de su casas y porque es un centro de atracción para la caza del jabalí, plaga nacional que mata a las ovejas y come lo que encuentra y que se ha convertido en la pieza de caza nacional por excelencia. Pero para quienes no portan rifles, la ciudad custodia otros tesoros, de los literales y los metafóricos.
Aiguá fue fundada en 1906 por Margarita Muniz, cuando donó cuatro parcelas para que se afincaran los primeros colonos. Al cumplir cincuenta años el pueblo fue oficialmente ascendido a la categoría de ciudad. Para conmemorarlo, los escolares de entonces plantaron naranjos que medio siglo después forman parte del ornato público y regalan sus frutos a los vecinos. La ciudad también se caracteriza por casas que conservan el estilo colonial de sus orígenes, pero sólo en su fachada. Dentro de esa enorme escenografía a cielo abierto donde viven unas 2.800 personas hay un personaje que se pasea como un espectro por las conversaciones de la gente: el matrero Lemos. Se trata de un legendario rufián que sembró el pánico entre 1895 y 1915, robando y asesinando en las estancias de la zona. Tras cometer sus fechorías se internaba en la Sierras de Sosa, cobijado por el monte criollo y las guaridas de los cerros. Según dicen, el matrero Lemos fue perseguido pero nunca capturado. Incluso su cuerpo jamás se halló. Y a la tumba que haya tenido se llevó el secreto sobre su tesoro. “Se dice que está en Salamanca, pero nadie lo ha encontrado”, dice el profesor Martín Delgado, autor de la publicación Grutas de Salamanca. Una oportunidad ecoturística.


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