Placer mensual / enero


La Estacada


Barlovento


Abrebocas


El beso


Estrecho

 
Comer en la playa o en el asfalto

 

En verano están los que se van a la playa y los que veranean en la oficina, a ritmo cansino pero de trabajo al fin. Para ambos hay opciones –diversas– que quisimos rescatar: para los primeros recomendaciones personales de nuestros lugares dilectos a la hora de comer mirando el mar; para los segundos un circuito de nuevos restaurantes y barcitos en la city para las pausas de media hora.

Opción Nº 1:
¡Vacaciones!

Después de una mañana en la playa, un descanso a la sombra con un rico plato y un vino fresquito, o un atardecer frente al mar con una picada y una cerveza son opciones-remanso que tornan la vacación en auténtico placer. Sintiendo la virazón, ese vientito fresco que viene del mar en las noches y es privilegio de un país con una larga costa y un verano que –aunque a veces parece que lo olvidáramos– dura tres o cuatro meses. Es por esto que los lugares costeros se multiplican en verano. Se extienden por toda nuestra costa rioplatense y atlántica, desde Colonia hasta la barra del Chuy.
A los efectos de esta nota elegimos un lugar en Montevideo, uno en Canelones con perfil chacra marítima y dos en Maldonado –Piriápolis y Punta del Este– para disfrutar la playa y comer fresco con sabor a mar.

Montevideo: La Estacada
Un remanso escondido

Montevideo no es ajeno a la movida costera. Un clásico montevideano abierto todo el año es la parrillada del club de pescadores La Estacada,* bien cerca del faro de Punta Carretas, un joyita escondida de nuestra ciudad. De día o de noche es un restaurante/parrillada sencillo y prolijo, de ambiente informal, con una vista fantástica del centro de la ciudad más allá de los barcos de los pescadores en la orilla. Sirven buena parrilla, con carne tierna, y respetan el punto pedido. El pescado es fresquísimo, y tanto éste como la parrilla se pueden acompañar por ricas ensaladas. Para los que no aman las carnes, la pasta también es sabrosa y llega al dente. La carta de vinos no es muy larga pero sí prolija.
Algunas noches hay música, tango o candombe, e incluso algunos espontáneos clientes se animan a cantar. El olorcito del asado abre el apetito, el aire fresco y la vista son relajantes, y si es mediodía la sombra de algunos árboles complementa las sombrillas para poder comer fuera. IM

 

La Estacada
Camino al faro de Punta Carretas
Teléfono: 712 15 66
Horario: de lunes a domingo de 10 a 2 hs.
Precio de la consumición: entrada, plato y postre, más cubiertos:
$ 300 aprox.

 

Canelones: La Aripuca
La búsqueda del oasis

Cuando hace mucho calor a la mayoría de la gente le gusta la playa. A mí también, pero confieso que no soy fanática. Por eso después de la playa me gusta buscar el verde: un monte fresco, un camino sombrío por el que corre un aire con aroma de verdor.
Un camino así es el que lleva a La Aripuca, granja y bodega situada en el campo pero muy cerquita del mar, en esa combinación casi perfecta que se da en la costa este de nuestro país. La cocina de La Aripuca está en manos de Graciela Núñez, mientras que su esposo, Ricardo Perlini, colabora con la preparación de diferentes productos caseros, desde quesos y fiambres hasta dos versiones de licor de Tannat, una de ellas con crianza en roble.
El almuerzo es distendido y pausado en este oasis verde con el ojo de agua de la piscina. La carta no es muy larga y toda ella gira en torno a la cocina casera: tostadas de ajo con jamón crudo, picada de fiambres de ñandú, sorprendentes tostadas con faisán en escabeche –una delicia–, son algunas de las entradas. En los platos principales, el clásico de la casa es el pollo Aripuca, desmenuzado y flambeado a la caña con siete hierbas, una verdadera exquisitez. También tienen buenas pastas caseras, tallarines y capeletones, y postres sencillos y ricos.
La sobremesa se prolonga a la sombra de la pérgola mientras degustamos un licor de Tannat fresco entre baño y baño en la piscina. Un oasis en medio del cálido verano. IM

 

La Aripuca
Ruta Interbalnearia Km. 55,5
frente a Costa Azul, Canelones
Tels. 037 37024, 094 410408
Horario: todos los dìas de 11 a 20 hs, sábados también de noche
www.aripuca.com.uy
Precio de la consumición: entrada, plato y postre, más cubiertos:
$ 350 aprox.

 

Punta del Este: Porto 5
Sentirse dueño de la bahía

Tomar un café, beber un vinito blanco o comer en Porto 5, sobre la playa Mansa, son algunos de mis placeres cuando estoy en Punta del Este. Sólo ver la bahía, el puerto y los veleros cruzando escorados frente a la isla Gorriti es suficiente para empacharse de belleza. La carta, invariable desde hace años, es playera y esteña, es decir, incluye los platos que uno tiene ganas de disfrutar mirando el mar a cualquier hora de los días de verano. Buenísimos mejillones a la provenzal, rabas y miniaturas de pescado alternan con ensaladas variadas y divertidas, gambas en variedad de preparaciones y chivitos tentadores; no faltan cazuelas, arroces con mariscos ni brótolas en todas las formas deseables, todo en porciones compartibles. Hay también pastas y toda clase de minutas, pero en tantos años no recuerdo haberlas probado porque esa vista pide frutos del mar y pescados. Tienen una bodega razonable, un clericó muy requerido y de los mejores cortaditos de la zona para después de los postres, totalmente normales. La atención de mozos de muchos años que reconocen y saludan a los clientes es amable y eficaz aun en momentos de desborde y, aunque el interior del parador no tiene mayor virtud que proteger del sol, la amplia terraza es espléndida. DDS

 

Porto 5
Restaurant y Marisquería
Rambla C. Williman y Parada 5, Punta del Este
Tels.: (042) 48 26 23 / 48 95 00
Horario: Todos los días de 10 a 21 hs.
Se alquila con servicio para eventos nocturnos.
Precio de la consumición: entrada, plato y postre, $ 600

 

Piriápolis: Barlovento
Taberna mirando al mar

Sobre la rambla de Punta Fría y metido entre las rocas junto al mar, Barlovento* es uno de mis preferidos a la hora de comer en la playa. Bien llamado taberna, el local está construido sobre las rocas con el mar allí, golpeando la pequeña terraza que permite deleitarse con una vista espléndida y platos acordes.
Deliciosos frutos del mar preparados de forma simple y sabrosa: exquisitas las rabas, gustosas, fresquísimas, ricos los mejillones con perejil y ajo, los calamaretes a la plancha y los camarones también al ajillo. En los principales, la oferta de pescados luce al cocinero Pablo Bonaudi, que conoce el producto que ofrece y lo demuestra explicando las bondades de cada ejemplar; además declara –desde la carta– sólo cocinar lo que tiene ganas.
Especialmente buenos son el abadejo y la brótola al pil pil, el pulpo a feira (aunque no siempre hay) y el pez espada, contundente y acompañado por alcaparras y papas al natural. También ofrecen pastas, muy abundantes y diversas ensaladas y postres del repertorio rioplatense clásico.
El servicio es correcto y amable (aunque la última vez me intentaron pasar gato por liebre o, más exactamente, pulpitos por brazos de calamar…). La carta de vinos, algo discreta. Aun así, el lugar es estupendo para disfrutar pescados y mariscos frescos en un entorno realmente encantador. TN

 

Barlovento
(significa hacia el viento)
Chefs: Pablo Bonaudi y Daniel Loffredo
Punta Fría. Rambla de Los Ingleses
Teléfono: (043) 26 895
Horario: todos los días mediodía y noche
Precio de la consumición: entrada, plato y postre, más cubiertos:
$ 550 aprox.

 

Opción Nº 2:
Comer en la City

De mesa en mesa por la Ciudad Vieja 
En los últimos dos meses del año la Ciudad Vieja vivió un nuevo empuje de apertura de restaurantes algo fuera del circuito bolichero de Bartolomé Mitre y aledaños, que se caracterizan –en general– por ser netamente lugares para comer al mediodía. La mayoría pequeños, cuentan con una barra y algunas pocas mesas. La propuesta gastronómica es similar, claramente ven a su público objetivo como oficinistas apurados por engullir algo rápido, de ser posible dietético y liviano para contrarrestar el sedentarismo.
Triclinio es el que se adentra más en la Ciudad Vieja y se declara partícipe de la cocina fusión. En Sarandí casi Pérez Castellano, de reducidas dimensiones –sólo cuenta con barra–, ofrece ricas tartas de verduras, ensaladas, minutas, pastas, plato del día y postres clásicos.
En Treinta y Tres casi Buenos Aires está uno de los más nuevos, Güicoy Espacio Gastronómico, de local amplio y con entrepiso. Se proponen, además del almuerzo, servir desayunos, el té de la tarde y realizar eventos, desde lanzamientos de productos hasta cumpleaños. También preparan comida para diferentes dietas. La propuesta gastronómica es muy similar a la anterior, con el agregado de mesa libre de ensaladas más plato frío del día, agua mineral y postre por un precio más que sensato.
Abrebocas abrió en Zabala casi Buenos Aires, con larga barra, un par de mesas y cómodos sofás para aguantar las esperas o leer una revista. Ofrece tartas, ensaladas, platos del día con un poco más de esmero y onda creativa –deliciosos los rolls de berenjena con tomates secos, queso y albahaca–, y agrega quesadillas, panes de pita y crêpes, bocatas y terrinas, que agradan sin deslumbrar. También tienen servicio de catering con algunos bocaditos realmente deliciosos, entre los que destacamos los canapés caprese y los de berenjena con tomates secos.
En la esquina de 25 de Mayo y Pérez Castellano siempre hubo boliche, pero hace un par de años había desaparecido y ahora reabrió bajo el nombre 25 Pérez. Es un típico de cocina montevideana –parrilla, pastas, pizzas, chivitos y comidas caseras que forman parte de nuestro acervo gastronómico, como guiso de lentejas, matambre a la leche, albóndigas, cazuela de mondongo y pollo a la portuguesa–. Pretende competir, con precios más accesibles, con las parrilladas del cercano Mercado del Puerto. Un lugar como muchos que puede tener éxito si se mantiene con buenos precios. El asado no era de calidad excepcional pero resultó muy tierno; el morrón relleno pasó sin pena ni gloria.
A pocos metros por 25 de Mayo está El Beso, la cafetería y restobar contigua a Imaginario Sur que desde hace unos meses tiene nuevos concesionarios y nueva propuesta. Allí, en un ambiente bien pensado y entre los objetos del mejor diseño uruguayo, se pueden degustar delicadezas como una ensalada de hojas verdes con tomates asados, jamón crudo y queso brie con el aderezo perfecto, o rolls de pollo hechos con la mejor masa de tortilla –de trigo– de estilo mexicano que puede encontrarse por estos lares. La carta es ultra corta y el menú del día siempre atractivo. Sin duda la ejecución de los platos y la creatividad le dan un lugar de destaque; quizás sea el único de estos nuevos que puede acercarse al ya consagrado Estrecho –en la peatonal Sarandí–. Lástima que padezca algo que tristemente es un lugar común en los restaurantes montevideanos: la falta de entrenamiento de los mozos –moza, para el caso–, amables y simpáticos pero sin la menor idea de cómo se sirve el vino (un simple giro de la botella al terminar de servir habría bastado para no teñir de rojo el agua de la copa y el mantel).
Ya que estamos, digámoslo de una vez: no se puede intentar atraer turismo si no se tiene idea de lo que es el servicio en un restaurante. Lo habitual es que haya mozos/mozas de trato agradable pero que no tienen la menor idea de en qué consisten los platos que sirven, ni cuándo cambia la carta, ni a quién corresponde cada plato cuando lo traen a la mesa, están distraídos cuando queremos pagar o necesitamos ordenar nuevamente, hay que andar haciendo señas para que nos vean, lo que nos hace sentir molinos de viento con brazos en lugar de aspas. Casi todo me recuerda un artículo de un humorista que leí hace algunos años –quizás Cuque Sclavo, no recuerdo bien– que decía que aquí cuando una persona intenta varios negocios y fracasa en todos finalmente no tiene mejor idea que abrir un restaurante. Por suerte siempre hay excepciones que nos hacen intentar una salida a comer una y otra vez y de vez en cuando tenemos una agradable sorpresa: un pescado fresquísimo que llega tostadito por fuera y jugoso y firme por dentro, unos panes tibios recién salidos del horno, un café de excelente calidad, un mozo que sabe recomendar lo mejor de su carta, otro que conoce los vinos que la integran. Es simple pero hay que poner trabajo, esmero y amor por lo que se hace. ChI

 

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