Placer 8 / diciembre 2004 - enero - febrero 2005

 
 
Cinco mil alternativas al consumo


por Titina Núñez desde Turín

Cinco mil productores provenientes de 130 países se hicieron presentes en Turín en el primer encuentro de las comunidades del alimento denominado Terra Madre, organizado por la asociación italiana Slow Food. La propuesta fue reconocer las formas milenarias de producción sostenible, artesanal, rica. Uruguay también estuvo presente.

El impacto de encontrarse en una misma instancia con cinco mil personas provenientes de los ángulos más diversos del planeta es, en sí mismo emocionante. De alguna forma, todo el mundo estaba representado allí, en su opulencia y su miseria, en su riqueza espiritual y en sus contradicciones. La experiencia fue el complemento perfecto para lo que sucedió cada día durante cuatro jornadas en Castellino Tanaro, Italia un pueblito que recibió a los uruguayos como amigos de toda la vida y les enseñó con sus costumbres tanto o más que las conferencias traducidas a siete idiomas del congreso: la conservación del ambiente y la producción de alimentos tradicionales son mucho más que comestible para el cuerpo; son eucaristía, comunión con el pasado, nuestra gente y lo más preciado de nuestras costumbres.

El diseño de una sociedad nueva
El 20 de octubre día de la apertura, Carlo Petrini, presidente de Slow Food, inauguró el encuentro con un encendido discurso. Hombres con turbantes, mujeres cubiertas de pies a cabeza, hindúes, malayos con sus imponentes sombreros bordados, rusos, cholas bolivianas con sus pollerones, multiplicidad de idiomas, dialectos, pieles, olores, costumbres.
"En nosotros era fuerte la convicción de que la comunidad del alimento tiene una importancia estratégica en el diseño de una sociedad nueva, una sociedad igualitaria y solidaria", comenzó diciendo Petrini, "no existe en el mundo cultura alimenticia más importante que otra: la feijoada de Brasil, el cous cous de la costa mediterránea, los tamales de Amércica Latina, el pakora del campo indio, el fufu del África profunda o la pasta de los italianos. Todos son alimentos que representan la gran sabiduría del género humano, la economía de subsistencia y la eterna lucha contra el hambre".
Estaba resumiendo en pocas palabras la filosofía de Slow Food* y su preocupación por preservar las tradiciones milenarias que promueven una agricultura sustentable, amiga del ambiente y una cocina lenta, producto del fruto de su tierra y de la mano del hombre que comparte en ella mucho más que un plato de comida.

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