Placer 32 / Marzo Abril 2010

 

 

 

 
 
Proyección y perspectiva

 Un panorama
de la vendimia 2010

Por Isabel Mazzucchelli


A un poco más de 20 años del comienzo oficial de la econversión vitivinícola uruguaya, los productores muestran que en la elaboración de vinos la experiencia adquirida permite enfrentar con esperanza la nueva cosecha sorteando las inclemencias del tiempo

La viticultura en Uruguay es un desafío para viticultores y enólogos. Como ya se ha dicho hasta el cansancio, el principal factor para hacer buen vino es partir de una buena uva. Nuestros productores, conscientes de este factor, se dedican a cuidar sus cosechas durante todo el año. Esta constancia es la que permite sobrellevar las variables climáticas, con medidas preventivas que ayudan a obtener la mejor calidad de fruta a pesar de la humedad, la lluvia o la sequía, la falta de sol o las enfermedades que pueden atacar a un viñedo.
Todos estos cuidados implican conocimientos que no solamente se aprenden en las escuelas, conocimientos que surgen de cuidar viñedos año tras año en un clima como el nuestro, que si lo llamamos variable probablemente nos quedemos cortos.
En las vendimias de esta “nueva era” del vino uruguayo, última década del siglo XX y primera del XXI, los productores de uva y vino se han enfrentado a todos los climas: primaveras muy secas o  muy lluviosas, veranos en los que intensas sequías, como la del 2000, se alternaron con años como el pasado, con un comienzo muy seco y luego grandes lluvias. Pero haciendo se aprende. Si observamos las opiniones de los productores entrevistados por Placer, parece ser esta la afirmación que pasa por todas las bocas.
Tuvimos un final de invierno en el que el ascenso de las temperaturas fue lento, demorando un poco la brotación y un final de primavera muy lluvioso que propició un gran desarrollo de las plantas, con gran vegetación y hojas y granos de gran tamaño, hizo que fuera necesario aplicar muchos tratamientos a las plantas para evitar el desarrollo de enfermedades y hongos. Pero con los años, muchos productores han aprendido que esa inversión –cada tratamiento implica volcar en el viñedo una suma de dinero en productos y mano de obra– vale la pena y se ve reflejada en la calidad de los vinos que luego se producen.

No hubo diferencias importantes entre las distintas regiones productoras del país, ya que el régimen de lluvias fue bastante parejo en todo el territorio nacional. Ayudará el suelo si tiene buen drenaje, hará la situación más difícil un suelo más pesado que retenga el agua y la humedad. Sin embargo, ni los suelos más pedregosos tuvieron capacidad de drenar las abundantes lluvias. Paula Pivel, enóloga de la bodega Altos de la Ballena en Maldonado, comenta lo mismo que Eduardo Boido: “… con las lluvias los racimos se han desarrollado mucho con peso por grano, superior a la media de años anteriores.”
Resumiendo, será un año en el que los rendimientos subirán, compensando en algo las pérdidas que en la cosecha pasada causó una helada tardía en primavera. La calidad dependerá de varios factores: la previsión de los productores, que hayan hecho los tratamientos necesarios para evitar enfermedades, el manejo del viñedo, raleos y otras prácticas como el “sangrado” –extracción de parte del jugo que aumenta la concentración del vino final al mejorar la relación jugo/cáscara– que ayudarán, ya en bodega, a concentrar los vinos. Pero el factor fundamental será el clima y sobre todo conocer qué pasará con las lluvias y las horas de sol en febrero y marzo(*).

El meteorólogo Guillermo Ramis comentó a Placer que lo peor de febrero ya pasó: “Estamos en la fase cálida del fenómeno del Niño, que se va a prolongar incluso en el otoño. Lo que sucedió ahora es que se produjo un bloqueo y cuando eso pasa impide el paso de las perturbaciones. Estamos en unos 200 mm de lluvia”. Eso va a aumentar mucho el promedio de febrero, pero el resto del mes será “normal”, con unos tres episodios más de lluvias, no comparable en volumen a estas pasadas. Para marzo están previstos unos cinco episodios de lluvia, pero dentro de lo normal para ese mes. Falta evaluar si los daños que causó la lluvia de comienzos de febrero son reversibles, lo cual seguramente será diferente en cada viñedo.
Los productores ya no pierden el ánimo ante la variabilidad del clima uruguayo, como se ve reflejado en sus comentarios (ver recuadro). Aprenden de la experiencia, lo mismo que hace un joven que va creciendo y madurando. No olvidemos que el vino nacional actual es muy joven, a pesar de los más de 100 años de producción de vinos que tiene Uruguay. Cada cosecha demuestra que la experiencia, en el viñedo y el vino, da sus frutos. Por algo son famosos y, en algunos casos, excelentes los vinos de países con larga tradición vitivinícola. Y con climas, a veces, tan variables como el nuestro.
Los vinos uruguayos crecen y mejoran. Están en una etapa de maduración, probablemente dejando de a poco los vaivenes de la adolescencia, con el nuevo impulso que da esta incipiente madurez de sus creadores. Este año, y los años por venir, nos dirán que el vino uruguayo puede crecer mucho más.


(*) El cierre de la presente edición se realizó el 15 de febrero de 2010.


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