Placer 3 / Setiembre - octubre 2003

 
 
El camino del curry


por Carolina Aguerre
fotos: Carolina Aguerre y Jake Warga

Brick Lane es todo un símbolo del Londres contemporáneo. Popular destino de artistas, diseñadores y marchands de arte, constituye además uno de los secretos mejor guardados para quien llega desprevenido a esta ciudad, donde se pueden degustar algunos de los mejores currys de la cocina de India y Bangladesh.

El clásico circuito de Londres del West End, con lugares como Piccadilly Circus, Regent Street, Oxford Circus y Hyde Park, ofrece un espectáculo de glamour y opulencia en una de las ciudades más ricas y diversas del mundo. Teatros y cadenas comerciales como Marks & Spencers, Next, Tommy Hilfiger o Starbucks Coffee inundan este sector, el más concurrido de Londres. Pero uno de los lugares mejor resguardados del turismo y de los carteles luminosos de esta ciudad se encuentra en el mismísimo East End, el barrio obrero del siglo XIX. Shoreditch es un barrio que ingresó a la mira mundial hace ya casi 120 años, dado que fue el lugar de los crímenes cometidos por el asesino en serie más famoso del mundo, Jack el Destripador, marca registrada de este lugar al este de la city financiera e histórica de la ciudad.

El oscuro pasado de este barrio de estrechos caminos y callejones, especialmente en la zona de Whitechapel, fue prácticamente opacado por el renacimiento que vivió a comienzos de la década de 1990 gracias al movimiento de esa generación de artistas británicos, con exponentes como Damien Hirst o Tracy Emin. En busca de ateliers más baratos, se instalaron masivamente en el barrio para transformarlo a mediados de esa década en la zona con más artistas por kilómetro cuadrado de Europa. Hoy es además visitado por diseñadores, fotógrafos, publicistas, estudiantes, empresarios jóvenes y arquitectos, lo que ha llevado a realizar reciclajes y construcciones a escala masiva, renovando la fisonomía del lugar con aires posmodernos.

Brick Lane se parece poco a las demás calles de Shoreditch, y deja perplejo al paseante desprevenido que llega a este lugar. Sus construcciones ostentan el sello de los barrios trabajadores de la revolución industrial, hoy casas, apartamentos o comercios, pero a ambos lados de la calle está salpicado de restaurantes de comida hindú o bengalí, entre pubs tradicionales, bares y cafés. El aire es decididamente oriental, con el estricto manto de una ciudad inglesa. La comunidad bengalí, la predominante de esta zona, se encargó de traducir los nombres de las calles usando los caracteres de su alfabeto, así como de adornar los postes de luz y decorar a su estilo.


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