Placer 2 / julio - agosto 2003

 
 
Chocolate Alimento de los dioses


por Chichila Irazábal

 

Mágico desde que nació, al chocolate siempre se le adjudicaron propiedades increíbles. Comenzó sirviéndose con agregados picantes y fue suavizado con el paso del tiempo. Las tendencias lo incorporan hoy a carnes y embutidos.

Los dioses y héroes de la antigüedad se alimentaron, casi siempre, de manera nada vulgar. Los dioses del Olimpo lo hicieron con ambrosía. Rómulo, el mítico fundador de Roma, y su hermano Remo crecieron sanos y robustos gracias a la leche de loba. En las antiguas culturas maya y azteca los dioses no fueron menos y prefirieron las virtudes de la bebida que se hacía con las bayas del cacahuaquhtl , un árbol que crecía en la recóndita espesura de las selvas de Yucatán y Guatemala. Este árbol que llega a medir hasta diez metros, no es otro que el árbol del cacao, con cuyos frutos se elabora el chocolate y al que el célebre naturalista sueco Linneo clasificó como theobroma (theobroma cacao), es decir “alimento de los dioses”.

La bebida de los dioses americanos fue llamada tchacahoua por los mayas y posteriormente tchocoatl por los aztecas, y su preparación era bastante complicada como corresponde a una bebida divina. Se tostaban las almendras del árbol en una sartén de barro y luego se molían entre dos piedras. El polvo obtenido de esta operación se mezclaba con agua hirviendo y se batía con dos ramas hasta que hiciera burbujas. A este líquido se le añadía pimiento picante, almizcle y miel, o harina de maíz si el caso requería mayor ingesta de calorías. El resultado no sería muy agradable, pero sin duda era muy vigorizante.

Esta bebida era el alimento favorito de Quetzacoalt, el gran dios de la selva, y sólo era permitida a los simples mortales en ocasiones especiales o rituales. El árbol que daba fuerza era considerado divino y quien lo cultivaba tenía el oficio de jardinero del Paraíso. También al jardinero divino le debían la riqueza, pues permitía que las bayas del árbol se usaran como moneda. Sabia medida del dios que dio a los mortales una moneda perecedera, evitando así la especulación financiera y la excesiva acumulación de riquezas.

Pero un día el magnánimo dios se marchó en una balsa, internándose en el mar hacia donde sale el sol. Su regreso se esperaba de un momento a otro, y ese día se lo recibiría con su bebida favorita, el chocoatl , y todo el pueblo lo tomaría para festejar el retorno.

 


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