Placer 19 / Octubre, Noviembre 2007

Editorial

Desde hace unos veinte años, nuestro país comenzó a conocer que había un medio ambiente que cuidar. Aún así, lentos como en todo, el Uruguay se da el lujo de despilfarrar recursos no renovables bastante alegremente. En el mundo, muy poca cosa varía, ya que entre el conocimiento y la toma de conciencia, hay una distancia. En Estados Unidos y Europa, contaminados, contaminantes, un creciente movimiento mundial invita a mirar la tierra con otros ojos. Y lo que antes era uso y abuso se convierte en muchos sitios en precioso cuidado. Muchas de estas iniciativas también se han trasladado a los vinos. Y los revolucionarios verdes llegan armados con un cuerno –para curar con abono en dosis homeopáticas al viñedo–, saben más de calendarios lunares que de clones y no agregan ni a la vid ni al vino ninguna sustancia que pueda modificarles sus características más puras y personales. El resultado son vinos expresivos, fieles representantes de su tierra.

Por estos días, otro representante –esta vez nacional y presidente del Parlamento–, Enrique Pintado, convocó a Placer para organizar distintas actividades a propósito del Patrimonio y la cocina uruguaya. El objetivo es valorizar el alimento cotidiano, el que tenemos y el que ya no porque sólo lo hacía la abuela que no está o la tía vieja que vive lejos. ¡Si será desvalorizada que muchos creen que los uruguayos no tienen cocina propia! Y es verdad que las adaptaciones gastronómicas son muchas y variopintas en este rincón del sur de América pero también es cierto que no podemos renegar de nuestros platos, recreados a través de los años, porque en cocina, tal como en otras materias y al decir del Eclesiastés, no hay nada nuevo bajo el sol y la adaptación de gustos, técnicas e ingredientes a nuestro paladar es el pan de cada día, lo que comemos, es decir, nuestra cocina. Valorizar, promocionar, cuidar. Particular habilidad ésta que tenemos los humanos, la de valorar lo que ya no está, aquello de lo que queda poco –y que fue igualmente precioso cuando abundaba– o aquello que se ha vuelto extinto. Ojalá la tierra nos aguante algo más y nuestras mentes limitadas al fin comprendan que vinimos para vivir y ser felices pero también para cuidar y dejar en mejores condiciones lo que encontramos, un patrimonio que es de todos y podemos disfrutar pero debemos preservar.

 

   
 
Titina Núñez
Directora