Placer 18 / Julio, Agosto 2007

 

 
 
Vinexpo 2007, la tercera orden


Texto y fotos: Titina Núñez
Enviada a Burdeos
Fotos: Frédéric Desmesure y Philippe Labeguerie

Del 17 al 21 de junio pasados tuvo lugar en Burdeos, Francia, la mayor feria de vinos del mundo: Vinexpo. Cita obligada para productores y compradores provenientes de todas partes del globo, la feria convocó a 48.958 profesionales del rubro (mayoristas, importadores, sommeliers, restauranters, cavistas y periodistas) y a 2.400 expositores provenientes de 148 países. Los organizadores festejaron la creciente concurrencia de compradores extranjeros en general y de compradores asiáticos en particular. Para Uruguay, presente con trece bodegas, el evento confirmó las expectativas cifradas: a ritmo lento pero sostenido, el país está presente en la agenda de los importadores internacionales de vino.

Al cierre de la exposición, los organizadores anunciaron con frenesí: “Estamos en plena efervescencia; hemos batido el récord de visitantes-compradores extranjeros a nivel mundial”, en palabras de Jean-Marie Chadronnier, presidente de Vinexpo.
El número de participantes creció solo 3 por ciento con respecto a 2005 (el mismo porcentaje que había crecido entre 2003 y 2005), pero los organizadores tienen la certeza de encontrarse ante un público cada vez más selecto; prueba de ello, aseguran, es el aumento de 26 por ciento en los compradores pertenecientes al Club Vinexpo, grupo que nuclea a 5 mil de los más grandes compradores de vinos del mundo.
Comparada con otras ferias internacionales del rubro, Vinexpo es, claramente, la que convoca mayor cantidad de público. Aunque la cifra de participantes extranjeros en el salón prácticamente no varió con respecto a 2005 (más de 15 mil extranjeros, es decir, un tercio del público total), los organizadores afirman que sí lo hizo la composición de este público: 2 mil visitantes asiáticos. Más de 400 chinos (el triple que en 2005) y más de 350 coreanos (el doble que en la Vinexpo anterior).
Los países del este también demostraron un creciente interés: 500 rusos y más de 100 visitantes polacos y ucranianos se sumaron a los 1.500 visitantes de América del Norte (dos tercios provenientes de Estados Unidos y un tercio de Canadá).
América Latina tuvo su destaque con la presencia de los brasileños: un centenar de compradores (el doble que los visitantes provenientes de Emiratos Árabes y un cuarto de los visitantes venidos desde Europa del Norte).
El stand de Uruguay fue sensible a esta realidad: las trece bodegas presentes mantuvieron un promedio de doce reuniones diarias (más de 780 encuentros con importadores provenientes de los cinco continentes) y recibieron más de 3 mil visitantes a lo largo de los cinco días de la feria; productores de aquí y allá, prensa especializada (había 1.300 periodistas acreditados) y, lo más importante, representantes de las cadenas distribuidoras de una veintena de países del mundo donde Uruguay ya está presente desde hace una década.
Para llegar hasta acá, el grupo de bodegueros tuvo un buen apoyo del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INAVI): 70 mil de los 100 mil dólares que cuesta el piso del salón. El resto, más el costo de pasajes, los alojamientos y la estadía, corrió por cuenta de los empresarios locales.
“De las últimas tres Vinexpo, esta es sin duda la mejor: muchas bodegas han cerrado negocios acá”, enfatiza José Luis Perrone, director de Comercio Exterior del INAVI.

Se va la segunda

Las cifras de exportación del vino uruguayo están lejos de ser significativas en comparación con otros productos nacionales como la carne o la miel. Aun así, lo importante es que crecen año a año, y no solo en cantidad de botellas exportadas sino también en el valor de las mismas. Y hay una tercera buena noticia: Uruguay está empezando a quebrar el miedo a la segunda orden. En efecto, uno de los más graves problemas de los bodegueros uruguayos no es (¿o era?) vender el vino, sino vender por segunda o tercera vez. Desde que las botellas de Tannat o cualquier otro vino uruguayo arriban a un país desconocido, los bodegueros permanecen con el Jesús en la boca. ¿Se venderá? ¿Gustará? La tarea no es sencilla porque el comprador de vinos –y esto se acentúa cuanto más experto es el consumidor– necesita información del producto que va a adquirir. El vino es fruto y expresión de un terruño –o al menos debería serlo– y, más aun, de una cultura. De aquí que una imagen sólida de país sea muy importante a la hora de la verdad en la compra y venta de vinos.
Juan y Elisa Bouza llegaron a Vinexpo con Eduardo Boiso, su enólogo. Están radiantes porque acaban de vender un contenedor de vinos a Bélgica. El importador había estado en Uruguay, había consultado cuánto vino podía disponer por parte de la bodega y traía en la mano el pedido cuando llegó a la feria. Es una compra de más de 60 mil dólares y los Bouza piensan ahora en cómo apoyar a su comprador para que los vinos comiencen a circular en aquel país.
Fabiana Bracco, gerente de Exportaciones de Bodega Pisano, ilustra bien esta realidad: “Nosotros hacemos un seguimiento muy personalizado de nuestras órdenes; estudiamos el mercado y el público al que le vamos a vender y una vez allí motivamos la venta con distintas estrategias: puede ser una degustación, una presentación del país o muchas cosas más, pero siempre hay un desafío para los mejores vendedores, que incluye como premio una semana en Uruguay, visitando nuestra bodega pero también las playas. Los dos últimos vendedores que ganaron el desafío y conocieron Uruguay ya llevan duplicadas sus ventas este año después de haber venido en 2006”. La bodega se convirtió en la principal exportadora del rubro el año pasado con un volumen de venta de casi un millón de dólares y en los días de la feria cerró nuevas órdenes con sus clientes habituales y otros destinos poco conocidos para Uruguay, como Malta, Belice o la isla St Martin. “Hace dos años que duplicamos nuestras exportaciones; la meta este año es crecer 30 por ciento”, dijo Bracco a Placer.

 


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