Placer 16 / diciembre 2006 - enero - febrero 2007

Anónimos

Cada año –desde la primera edición de los Premios Placer– me pregunto por qué hacemos esto y si realmente vale la pena y las (con el perdón a ustedes por la palabra) puteadas que recibimos por parte de quienes están nominados pero no en la categoría que les gusta, por los que están nominados pero no suficientemente nominados y finalmente, por los que no están nominados.
Alguien me decía la vez pasada que pagando cada vez más por hacer esto, lo que estaba ganando eran más problemas. Quien lo dijo no deja de tener razón.

Vivimos –como decía Real de Azúa– en un país de cercanías, donde lo mejor es no hacer olas y mantener el perfil bajo. Vivimos en un país que tiene la mayor parte de las veces, un problema para cada solución, un ritmo cansino y conservador. Palos por si bogas y por si no bogas, palos, como dice el dicho. En ésta, nuestra tierra, sólo son héroes los muertos y recién después de muertos cabe el reconocimiento y el lauro.

Precisamente por eso organizamos los Premios Placer del Año. Porque creemos que la competencia supera y que la excelencia es posible en este país rico en talentos y de tierra próspera. Una manzana fundida en aluminio de 720 gramos de peso no es nada (aún cuando es la obra de Daniel Escardó, uno de los artistas uruguayos más exitosos en el mundo). Pero en la mano temblorosa de un joven que apostó al país y lleva con éxito su propio restorán, se me ocurre mucho. Más allá –entre el grupo de tops– están los tres hermanos viticultores; uno de ellos sostiene, con sus manos curtidas, el premio. Estamos cumplidos; los Premios Placer nacieron para quedarse y es nuestro humilde aporte al país en el que elegimos vivir.

Feliz año para todos.

 

   
 
Titina Núñez
Directora