Placer 13 / abril - mayo - junio

 

 
 
Las recetas del lagarto verde

 

Con influencias de África, Europa y hasta de Uruguay, la cocina cubana tiene un carácter singular en el que se expresan su historia y su geografía.

“Por el mar de las Antillas, que también Caribe llaman”, dice uno de los poemas de Nicolás Guillén, está Cuba, ese “largo lagarto verde con ojos de piedra y agua”, que nos ofrece, culinariamente hablando, una variedad de sabores para nosotros exóticos, capaces de atraer tanto como sus playas de blanquísima arena y su mar color turquesa, el ritmo envolvente de su son y la simpatía de su pueblo.
Cuba es un país tropical y por lo tanto su gastronomía nos regala muchos de los productos del trópico, autóctonos o traídos de otras latitudes, con frutas aromáticas y sabrosas, como la papaya –a la que los cubanos llaman pudorosamente fruta bomba para evitar malentendidos–, el mango, el anón, la chirimoya, la piña (ananá), el coco, el mamey y el plátano; raíces comestibles como la yuca (mandioca), la malanga, el boniato y el ñame; y plantas como la caña de azúcar y el quimbombó (bahmia), esta última de origen africano y tradicionalmente usada también por los sefardíes y en la cocina de Nueva Orleáns. Por otro lado, abundan los cítricos de buena calidad.
De Cuba proviene el mejor ron del mundo, base para algunos de los mejores cócteles que se conocen (“el mojito en La Bodeguita y el daiquiri en el Floridita”, según una frase atribuida a un habanero honorario, Ernest Hemingway). Y, por más que a los no fumadores no nos plazca, en la isla se cultiva un tabaco, sobre todo el de las vegas de Pinar del Río, con el que se confeccionan puros sin igual, que no en vano en el resto del mundo llaman habanos. Asimismo, la cerveza (seb’besa, en la peculiar pronunciación habanera), bebida preferida de los cubanos, es liviana, sabrosa y apropiada para el clima tropical.
Los factores históricos son determinantes también en el ámbito gastronómico y lógicamente ello vale en el caso de Cuba. El 27 de octubre de 1492 llegó Cristóbal Colón a la isla mayor de las Antillas. Posteriormente la corona española estableció en La Habana su principal plaza fuerte en la región y dispuso también que fuera el punto central de recepción de esclavos africanos para la zona caribeña. La virtual desaparición de la población indígena
–constituida fundamentalmente por siboneyes y taínos– a causa del brutal trabajo forzado en la búsqueda de oro y otros minerales al que fue sometida y de las enfermedades traídas por los europeos, hizo que se recurriera masivamente a los esclavos africanos para el desarrollo de la industria azucarera, desde entonces y aún hoy fundamental para la economía cubana.

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