Placer 1 / marzo - abril 2003

 
 
Italia: una cocina madre


textos Titina Núñez
fotos gentileza EGO

Es la cocina de la abuela, la de la mesa de pasta los domingos y la de la pizza en el bar. Pero también la de innumerables variedades de vinos, quesos, fiambres, hierbas, frutas y verduras. Ninguna como ella logró tanta expansión mundial y pocas la maravilla de crear tanta variedad de platos con un poco de harina y algunas verduras. Vaya este informe como un pequeño homenaje a una cocina desarrollada en tiempos de crisis donde faltó todo menos la imaginación y el tezón de su gente para salir adelante.

Una mirada sobre la mesa del mundo descubre que ninguna cocina ha logrado la expansión universal que posee hoy la cocina italiana. A pesar del crecimiento de las variantes orientales del mantel, como las fórmulas china o japonesa, bastaría sólo pensar en lo que abarca en el mapa del globo la simple pizza para convencerse de esta afirmación.

Son los franceses –nada menos– tan celosos del cetro que empuñan sus chefs quienes en el Diccionario de Gastronomía Larousse definen la gastronomía italiana, como una “Cocina madre.”

Este peso de Italia, que no se mide solamente en el arte culinario, tiene sus raíces remotas en el propio pasado cultural de la península. Si el “made in Italy” funciona como un sello acuñado de calidad en la moda, el diseño automotor y las artes gráficas, para citar algunas áreas, es precisamente porque el pasado italiano hunde sus orígenes en culturas tan remotas como la etrusca y la romana.

 


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